viernes, 30 de marzo de 2012

NIÑOS ROBADOS "Me gustaría abrazar a mi madre, sospecho que no me abandonó"

 UNA NIÑA ADOPTADA EN LA INCLUSA DE LA PAZ Y LLEVADA A CHILE

María Jesús Vicuña Guerrero, de 55 años, que fue abandonada en la Inclusa de La Paz de Madrid y enviada a Chile cree que fue una niña robada. La pequeña fue registrada en tres partidas de bautismo diferentes, además los padres adotivos pagaron por la adopción. El suyo es un caso más de bebés presuntamente robados y enviados a Chile según ha revelado DIAGONAL


María José Esteso Poves (Redacción)
Miércoles 28 de marzo de 2012.  Número 170  Número 171
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María Jesús Vicuña fue supuestamente abandonada en la Inclusa de la Paz de Madrid al nacer en enero de 1957. Con pocos meses fue entregada a una familia de Chile, donde reside. Cree que fue una niña robada. Foto: Familia Vicuña.
 
“Yo nací el 21 de enero de 1957. Cuatro días después fui entregada en la Inclusa de la Paz por mi abuela biológica y pasados cuatro meses llegué a Chile”, relata a DIAGONAL María Jesús Vicuña Guerrero, de 55 años de edad.
“Desde pequeña mis padres adoptivos me comunicaron que había sido adoptada. Me dijeron que, según la inclusa, yo era hija de una chica joven que se quedó embarazada sin estar casada y que sus padres, de buena posición, se sintieron avergonzados y me entregaron a las monjas. Siempre me lo he creído, pero ahora sé que en esa inclusa a todos les decían lo mismo”, declara.
Entre 1957 y 1960 más de una decena de bebés fueron a parar a Chile, en la mayoría de los casos gracias a las gestiones del embajador chileno Luis Arteaga Barros. Ese es el caso de Fernando Lezaeta, nacido el 30 de noviembre de 1958, y de José Luis Hurtado, del 10 de marzo de 1959, dados en adopción a familias chilenas con buena posición económica, también desde la Inclusa de la Paz.

Las gestiones de la embajada
En el caso de María Jesús, cuando llegó a la inclusa fue registrada con un nombre y dos apellidos que en teoría no corresponden a nadie. Al parecer eran apellidos inventados y el nombre, muchas ocasiones, era el que se le ocurría a la monja o al cura.
“Un día después fui bautizada en la iglesia de San Vicente Ferrer según figura en mi partida de bautismo”, dice esta mujer. Esa parroquia está situada en la calle Ibiza, cercana a la inclusa, donde están registradas todas las partidas de bautismo de los bebés que pasaron por esa institución.
“Mi nombre en esos primeros meses de vida fue María Jesús García Ortega”, dice. Más tarde, la niña fue asignada a una familia según acuerdo de una asistente social chilena, relacionada con la embajada de Chile, y que recibió la petición de los futuros padres adoptivos para “solicitar una niña al señor Mellado”.
Un año antes, una prima de la madre chilena de María Jesús había conseguido otra niña de la misma forma. De los pasos seguidos para la adopción dan cuenta los documentos que años después entregó el padre adoptivo a la niña.

Las gestiones de un arzobispo
Entre esos papeles figura una carta que envía la asistente social al padre de María Jesús, Eduardo Vicuña Aránguiz, que contó con el aval de su primo Eladio Vicuña Aránguiz, arzobispo chileno, y las recomendaciones políticas por ser responsable de la Casa de la Moneda de Chile durante el Gobierno del liberal Jorge Alexandri, y a la madre, Inés Guerrero Santa Cruz, vinculada a la embajada chilena: “Tu hija será María Jesús (...) es blanquita, de pelo oscuro y ojos claritos...” le dijo la amiga de la madre que hizo las primeras gestiones.

8.000 pesetas para entregar a la niña
Esta mujer advirtió a la familia de que, por indicaciones del director de la inclusa, el poder notarial para representarles en el Estado español no se lo otorgaran a él: “Es mejor que no sea a nombre de Mellado para evitar dificultades..., ya que él deberá firmar como dador de la niña (...)”. El director de la inclusa pidió que se nombrase a su yerno, Javier Lasso de la Vega Pedrosa y solicitó un depósito de 8.000 pesetas para iniciar los trámites.

Tres partidas de bautismo 
Tras el acuerdo se extendió otra partida de bautismo con la misma fecha que la primera, 26 de enero de 1957, pero con los apellidos de los padres adoptivos que figuran como padre y madre de la niña.
María Jesús dice que no le consta que sus padres pagasen tanto dinero como en otros casos. Sin embargo, achaca los viajes de sus padres adoptivos, durante años, desde Chile a Madrid para visitar a Mellado, “a la buena relación que les unía”. En los papeles que aún conserva existen varias contradicciones. Como por ejemplo, otra partida de bautismo, la tercera llevada a cabo en Chile, con la misma fecha que la primera. También cuenta con el pasaporte expedido a ella con cuatro meses y los billetes de Iberia con fecha de 26 de mayo destino Buenos Aires, donde fue recogida por su madre adoptiva, con el visto bueno del juez Jesús Carnicero y Espino.

Una niña prematura
Ente los resguardos del dinero entregado a Mellado, hay también una nota del médico que atendió a la madre biológica, Carlos Sainz de los Terreros Amezaga, quien asegura que la pequeña pesó 2,200 kilos y fue prematura.
“Yo siento que mi madre existe y es probable que me esté buscando”, dice María Jesús. Sospecha que algo ocurría en aquella inclusa de Madrid: “No sé pero es raro. Cuando entrábamos a la inclusa nos daban una medallita con un número de orden: la mía era 16.360. La medalla de otro chileno también adoptado en España tiene un número muy alto y sólo nos llevamos un año", dice.

Según los documentos de la propia inclusa, fueron cientos los niños que pasaron por ella. A pesar de toda la documentación existente de la época y del meticuloso registro de los bebés, no hay partes de renuncia de las madres a sus hijos. El registro de los mismos suponía omitir nombre y apellidos de la familia biológica, fuera o no comunicada a la institución. Las madres no podían arrepentirse, los bebés eran entregados a otras familias. Curiosamente, un gran número de denuncias por el robo de niños hoy se sitúa en la maternidad de Santa Cristina, en O’ Donnell, justo al lado de la Inclusa de la Paz. En la maternidad supuestamente morían los bebés, a la inclusa llegaban. “Me gustaría abrazar a mi madre, sospecho que no me abandonó. Saber qué pasó. Una madre no abandona a sus hijos”, concluye María Jesús


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